¡Qué ilusión, esta noche, la de los niños, Platero! No era
posible acostarlos. Al fin, el sueño los fue rindiendo: a uno, en una butaca; a
otro, en el suelo, al arrimo de la chimenea; a Blanca, en una silla baja; a
Pepe, en el poyo de la ventana, la cabeza sobre los clavos de la puerta, no
fueran a pasar los Reyes... Y ahora, en el fondo de esta afuera de la vida, se
siente como un gran corazón pleno y sano, el sueño de todos, vivo y mágico.
Antes de la cena, subí con todos. ¡Qué alboroto por la
escalera, tan medrosa para ellos otras noches!
—A mí no me da miedo de la montera, Pepe; ¿y a ti?, decía
Blanca, cogida muy fuerte de mi mano. Y pusimos en el balcón, entre las cidras,
los zapatos de todos. Ahora, Platero, vamos a vestirnos Montemayor, tita, María
Teresa, Polilla, Perico, tú y yo, con sábanas y colchas y sombreros antiguos. Y
a las doce pasaremos ante la ventana de los niños en cortejo de disfraces y de
luces, tocando almireces, trompetas y el caracol que está en el último cuarto.
Tú irás delante conmigo, que seré Gaspar y llevaré unas barbas blancas de
estopa, y llevarás, como un delantal, la bandera de Colombia, que he traído de
casa de mi tío, el cónsul... Los niños, despertados de pronto, con el sueño
colgado aún, en jirones, de los ojos asombrados, se asomarán en camisa a los
cristales, temblorosos y maravillados. Después, seguiremos en su sueño toda la
madrugada, y mañana, cuando, ya tarde, los deslumbre el cielo azul por los
postigos, subirán, a medio vestir, al balcón, y serán dueños de todo el tesoro.
El año pasado nos reímos mucho. ¡Ya verás cómo nos vamos a
divertir esta noche, Platero, camellito mío!
Os pongo esta página del libro "Platero y yo" porque me gusta mucho, y la recuerdo siempre la noche de Reyes.